Por Omar González Moreno –
Venezuela se encuentra en un momento crítico, donde la crisis económica, combinada con decisiones impopulares, ha encendido la chispa del descontento en diversos sectores de la sociedad.
Los estudiantes, los trabajadores, los comerciantes, jubilados y la sociedad en general están sintiendo el impacto de una situación que se agrava día a día.
El racionamiento eléctrico y de agua, la devaluación, los sueldos y pensiones miserables, el desempleo, la reducción de los días y horas laborables y la merma de las remesas que enviaban a sus familiares los migrantes; son variables que podrían provocar graves y masivos disturbios en todas las regiones del país.
La escasez de alimentos, medicinas y la inflación descontrolada han llevado a un estado de desesperación palpable, cuyas manifestaciones es posible que culminen en protestas masivas.
Este creciente malestar se ve reflejado en las calles, donde estudiantes, profesionales y ciudadanos de a pie exigen cambios que garanticen un futuro más digno.
Las demandas por justicia social, el respeto a la voluntad soberana expresada en las elecciones presidenciales del pasado 28 de julio y una mejor calidad de vida resuenan con fuerza, pero la respuesta del régimen de Maduro ha sido la represión.
La figura de los represores de Maduro y su intención de mantener un control férreo sobre las fuerzas de seguridad ejemplifican una estrategia clara: silenciar el descontento a cualquier costo.
Sin embargo, la represión solo alimenta la frustración y la indignación entre la población.
A medida que las tensiones crecen, la posibilidad de un estallido social se torna más cercana.
La historia demuestra que cuando el malestar social alcanza niveles críticos y la represión se vuelve insostenible, las instituciones pueden colapsar.
Un escenario de este tipo no solo pondría en riesgo la paz del país, sino que también podría abrir la puerta a un cambio definitivo de gobierno y de sistema, si logra canalizarse en un movimiento por el bienestar colectivo.
En este contexto, el clamor por un cambio resuena con más intensidad que nunca.
Los ciudadanos tienen que ser escuchados, y la solidaridad nacional e internacional juega un papel crucial en el apoyo a quienes luchan por sus derechos y dignidad.
La salida a la crisis no será fácil, pero la voz del pueblo, unida en su sufrimiento y aspiraciones, bajo el claro y determinante liderazgo de María Corina Machado, tiene el poder de transformar el futuro del país