Por Omar González Moreno –
La situación económica en Venezuela ha llegado a un punto crítico, donde un alarmante 86% de los hogares se encuentran sumidos en la pobreza.
Este fenómeno no es solo un indicador estadístico, sino un drama humano que afecta a millones de personas y tiene sus raíces en la corrupción y la incapacidad de la gestión del chavismo durante estos últimos 26 años.
A lo largo de este destructivo y largo periodo, la tiranía venezolana ha hecho promesas de prosperidad y bienestar, pero la realidad ha sido totalmente diferente.
La corrupción obscena de los jerarcas del chavismo ha robado miles y miles de millones de dólares que, de haber sido utilizados de manera adecuada, podrían haber mejorado la calidad de vida de la población.
Las desviaciones de fondos destinados a la salud, educación e infraestructura han dejado a la sociedad venezolana destruida con poco más que la impotencia y la indignación.
La gestión económica del chavismo, caracterizada por un saqueo espantoso sobre la economía y la producción, ha llevado a la destrucción de las principales industrias del país.
La falta de inversión y la mala administración han hecho que la producción caiga en picada, lo que agrava la escasez de bienes esenciales y dispara la inflación, erosionando aún más el poder adquisitivo de los venezolanos.
La pobreza en este contexto no es solo una privación material; es una crisis de derechos humanos.
Las familias luchan diariamente por acceder a alimentos, medicina y servicios básicos.
La malnutrición se ha convertido en una triste realidad para muchos niños, quienes ven truncadas sus esperanzas de un futuro mejor.
La desesperación ha llevado a millones de venezolanos a buscar oportunidades en el extranjero, creando una diáspora que ha desgastado aún más al país.
Esta fuga de talento y mano de obra ha dejado un vacío para luchar frontalmente contra este sistema depredador, avaro y abusivo que es difícil de llenar y perpetúa el ciclo de pobreza.
Es crucial que la comunidad internacional preste atención a esta crisis humanitaria. La solidaridad y el apoyo de otros países pueden ser determinantes para ayudar a restablecer un camino hacia la recuperación.
Además, la presión sobre el régimen para que rinda cuentas por sus actos de corrupción y permita una restauración democrática es vital para que Venezuela pueda comenzar a sanar.
En conclusión, la pobreza que afecta al 86% de los hogares en Venezuela es un grito de auxilio que no puede ser ignorado.
Es un reflejo directo de la corrupción y la mala gestión de una dictadura que ha castigado brutalmente a su pueblo.
La ciudadanía necesita apoyo, no solo para sobrevivir, sino para reconstruir su nación y recuperar la dignidad que les ha sido arrebatada.
Es momento de actuar y de exigir un cambio real y efectivo en la dirección del país.